Búsqueda espinosa [Libre]

Una rama por aquí, una raíz por allá. En los cinco minutos que llevaba caminando la densidad del bosque había aumentado mucho. Muchísimo. Si no cuidaba dónde pisaba podría resbalar. La concentración que le requería aquello no le había dejado pensar, hasta entonces, en el noble con el que había pasado la tarde. ¿Seguiría con ella?
-Hes-san, ¿está aquí? -preguntó y agudizó el oído, buscando cualquier señal de que el aristócrata, en su forma animal o humana, la estuviese acompañando- La Kandralya tiene un olor particular, y crece sobre la corteza de los árboles más antiguos -dijo, por si la podía escuchar, y tanteó con cuidado una enredadera que acababa de encontrar.
No tenía espinas, y por ende no le iba a servir. Sin detenerse un segundo más continuó la búsqueda, internándose en la creciente oscuridad. Debían apurarse. En quince o veinte minutos no se vería nada y, si bien podía guiarse con los ojos cerrados, no estaba segura de que su compañero pudiese.

Spoiler:

Cuando levante la vista, Kaho se había ido. Quizás me quede demasiado tiempo pensando. La soledad tenía un olor diferente ahora, y sabia que no era momento para dejar sola a Kaho, pronto caería la noche, y el bosque no es el mismo cuando la noche se apodera de él.
Primero, retome mi forma humana, acomodando primero mi camisa, luego mi saco, y por ultimo mis botas. Mis armas en su lugar, y un poco de perfume en mi cuello, para atraer a mi joven acompañante.
Corrí en diferentes direcciones, y abarcando toda el área que la niña podría caminar en este lapso. Las sombras se hacían cada vez más tenues, confundiéndose con la obscuridad que ya luchaba por tomar el control del bosque. Hay animales que solo salen de noche, y entre ellos, mis hermanos. Pero no todos son buenos.
Entre los árboles más grandes casi no se ve, y solo el olor guía pasos perdidos. Los lobos podemos ver bastante bien en la obscuridad, por suerte.
Caminando, mi saco se engancho con una espina un tanto larga; a su lado, una Kandralya. Luego otra. En 15 pasos conseguí una buena cantidad, al menos, para lo que mide la bella planta.
A lo lejos, una suave voz repetía mi nombre; allí estaba Kaho. Caminaba buscando, plantas quizás. El sonido de las hojas luchando contra las ráfagas de viento distorsionaban todo. Los pasos apenas se oían, y Kaho no podría escucharme. Me acerqué a ella, tratando de no asustarla, hasta que la oí: las ramas se movían en línea recta, pero no con el viento. Una larga serpiente acompañaba de cerca a Kaho. Cuando la joven y futura presa se detuvo a recoger unas flores, la serpiente se irguió y sacó sus colmillos. El vuelo fue majestuoso, mientras atravesaba la distancia que la separaba de su cena, para caer muerta a los pies de la niña. En su cuello, cerca de su cabeza, una daga. En ella, las iniciales HS.
"Ten mas cuidado Kaho, el bosque de noche no es tan seguro como de día" dije antes de abrazar a Kaho, aun sorprendida por lo acontecido.