Conociendo a un extraño [Priv. Iain]

Me senté en la barra y pedí mi trago de siempre. Fuerte y dulce, así lo quería y necesitaba. Tanto trabajo me había agotado. Llegaba un momento en el cual tratar tanto con muertos te cansaba psicológicamente. Tantas almas queriendo volver a la vida y lamentando su patética condición.
-Sí... Cansa tratar con ellos a veces…-murmuré por lo bajo y empecé a golpear la barra con mis dedos. ¿Dónde estaba mi trago?
-Aquí tiene, princesita.-me dijo Tomas guiñándome el ojo. Casi siempre me atendía él en este lugar.
-Gracias.-contesté y probé un sorbo del líquido rojizo. “Exquisito…” pensé.-Justo lo que necesitaba, Tomas.
-Otro día difícil, ¿eh?-comentó y se fue a servir a los demás.
-Ni te lo imaginas…-comenté y bebí lentamente mi trago.
Fui consciente de que alguien se sentaba a mi lado y justo Tomas decidió volver en aquel momento.
-Sabes… yo estoy disponible para soltar tensiones…-comentó divertidamente. Siempre decía esas cosas molestas cuando alguien se acercaba. ¿Lo hacía a propósito?
-Dame unas copas más y puede que te haga caso.-bromeé y me terminé la bebida.- Dame otro…
Tomas rio por lo bajo.
-Princesita… No querrás terminar como la otra noche, ¿no?
Suspiré.
-Ni me lo recuerdes….

Llevaba bebiendo casi 3 horas, tranquilo. Se había metido en el bar a penas había puesto un pie en la ciudad. El cantinero era bastante simpático pero no demasiado metiche. Fue entonces cuando notó a la peli-blanca y su particular bebida rojiza. Su perfume era extraño y algo cautivador, lo que le robó una sonrisa ladina.

Esperó a que el barman se alejase para mirar con mayor detalle a la joven que, a simple vista, no estaba nada mal.

-Te diría que antes de perder noción, te busques un transporte de regreso a casa, lass- le sonrió con cierta picardía, dejando el vaso de whisky casi vacío en la barra. -Iain Erskine. Es un placer conocerte- le tendió la enguantada mano derecha girándose un poco hacia ella, a modo de presentación.

Timidez no era algo que estuviese en su diccionario y tampoco algo de charla. Tanto tiempo de viaje le había quitado el placer de una compañía decente que quizás podía llegar a encontrar en esta extraña pero atrayente belleza.

Notó como el cantinero contenía una sonrisa pícara. Quizás esta chica guardaba más de un secreto que podría llegar a encontrar interesante. Era sólo cuestión de ver.

Giré levemente la cabeza y negué al ver la mano estirada del tal Iain. “Uno comete un error una vez y esto te marca de por vida…” me lamenté, pero esta vez no iba a ser así. Me iba a demostrar a mí misma que yo podía, pena que el alcohol ya había comenzado a actuar.
-Nora, Nora Sterben.- contesté decidida y acepté tomarle de la mano. Él sonrió de forma pícara y me sonrojé.- No sé qué andas buscando, pero no te será tan fácil.- le contesté rápidamente y le tendí mi vaso a Tomas.
-Ya fueron suficientes vasos, princesa. No soportas más que dos.
-Más.- le dije y me volvió a llenar la copa con mi trago favorito. Sólo que esta vez me lo tomé de un solo trago. Tomas rio suavemente y le susurró algo al tal Iain. Los ojos de este brillaron.
"Eso no me volverá a pasar" pensé y le sonreí a Iain.

Tenía manos delicadas, delgadas. Y podía sentirlas incluso frías debajo de la doble capa de tela, la de sus propios guantes y la de los de la chica. No retuvo su mano y la observó, alzando las cejas.

-Yo no busco nada en particular, lassie, sólo un poco de charla...-entornó un poco los ojos y la sonrisa se ensanchó- Salvo que seas tú, miss Sterben, la que busques otra cosa- le guiño un ojo y, levantando el vaso, pidió que se lo rellenaran. El cantinero le había susurrado que la chica no podía manejar bien el alcohol y se ponía 'fiestera'.

No necesitaba que le dijeran que no podía con el alcohol, sus ojos ya la delataban como ligeramente afectada. Y luego del tercer vaso se puso peor. Iain, por su parte, ya iba por casi el 8, es decir, casi una botella completa. Lo que no era nada al lado de su repertorio usual y estaba totalmente sobrio y en sus 5 sentidos.

Observándola tomar un cuarto, sacó un cigarrillo y lo encendió, el 'click' metálico liberando a la llama del encendedor plateado con un hada de perfil grabada en él.

-So, tell me, lassie, ¿Día difícil o siempre bebes así?- apoyó un codo sobre la barra y la cabeza sobre su mano, media ladeada, contemplándola divertido.

-No busco nada…-contesté un poco ofendida.- Es solo que esperaba que… -sacudí la cabeza.-No importa.-le dije y tomé un sorbo más de mi trago.
-Más, Tomas.- le dije y me rellenó la copa.
Me estiré sobre la barra, colocando mi trago a un lado y estirando mis brazos. Dejé caer mi cabeza sobre ellos mirando fijamente a Iain.
-Día difícil…-contesté lentamente.-Soy una nigromante y me cansa que las almas no puedan soportar la idea de que ya murieron. A veces les toma demasiado tiempo. ¿Por qué lamentan tanto la muerte? Es tan efímera la vida… Un día están y al día siguiente mueren… Sin embargo es tan natural…
Me enderecé rápidamente y esto provocó que me mareara. Me agarré a él.
-Lo siento-me disculpé entre risas.- Me moví muy bruscamente.
Decidí volver a recostarme en la barra.
-¿Alguna vez perdiste a alguien?

Tras el pequeño incidente de la caída había decidido mantenerse atento a la próxima oportunidad. Nunca antes había conocido a una nigromante... Sabía qué hacían y todo, pero jamás imaginó que conocería a una que lo admitiese tan abiertamente y que, para colmo, fuese alcohólica. Eso le robó una leve risa.

Se sacó el cigarrillo de los labios, dejándolo entre sus dedos índice y medio, la mano suavemente apoyada sobre la barra.

-No te disculpes, lassie, y procura tener cuidado, podrías caer en manos equivocadas la próxima vez- le guiñó un ojo, pícaro, y retomó semblante serio ante la pregunta. Con la mano con la que tenía el cigarrillo, tomó el vaso de whisky y le dio un trago. -Por más que sea el orden natural de la vida, la mayoría tiene algo en este mundo que le importa demasiado y no quiere dejar atrás... El egoísmo también se ha vuelto parte natural de las personas...- le dio otro trago y apoyó el vaso vacío.

La miró de reojo, dándole otra pitada al cigarrillo. -Todos hemos perdido a alguien- se limitó a responder, desviando sus ojos verde esmeralda a los rubíes de la chica.-Pero es parte de las lecciones de esta vida que uno debe aprender- agregó como con cierta resignación y sin más intensión de hablar de ese asunto. Dejó el cigarrillo entre sus labios sostenido por su mano enguantada, pensando en absolutamente nada, mirando con desinterés el espejo que colgaba en la pared detrás de la barra.

Miré fijamente a Iain y me acerqué a él. Tomé una de sus manos entre las mías.
-Tus manos no son malas, por lo que veo.- contesté con una sonrisa y recliné mi cabeza.-Te duele…-susurré.- Yo perdí esa capacidad. Vi morir a mis padres y me dolió. Vi morir a mi abuela y me dolió. Pero luego de esas muertes, he visto tantas que ya no puedo sentir nada. Ya no me dan pena los que mueren, porque sé que era su destino. Ya no me entristece y de cierta forma te envidio. Envidio esa sensibilidad que aun posees en ti y yo ya perdí.
Coloqué mi mano sobre su rostro.
-Déjame ayudarte. Yo podría revivir a quien quieras. Mostrarte a quien desees ver. –le susurré y me acerqué aún más.- ¿Hay algo que hayas querido decir, pero que no te haya dado el tiempo? A mi me pasó.

Le dejó hacer lo que quiso, quedándose inmóvil. Estaba totalmente borracha. Pero había un viejo dicho que decía que ni los ebrios ni los niños mentían.

Teniéndola tan cerca, el dulce aroma se hizo más intenso. La chica comenzaba a agradarle de veras.

Tomó la mano que tenía en su rostro por la muñeca y la jaló un poco más, haciéndola casi caer sobre él.

-Te lo agradezco, lassie- le sonrió con picardía- Pero aunque como dices, me duele, ya la he dejado ir... Esa persona está lejos, en un lugar mucho mejor que este mundo corroído...-

La retuvo en ese sitio, estudiando sus ojos algo oscuros, como la piel de una cereza madura o un fino vino tinto. Estaba a pocos centímetros, con su sonrisa más ladina.

No contactaría a los muertos una noche como esta. Por no mencionar que su madre se horrorizaría de saber la vida que ha llevado. Sin embargo esta noche, tenía un buen presentimiento. Se iniciaba algo importante.

Le pasó un brazo por la cintura, atrayéndola más pero sin avanzar más que eso, mirándola atentamente e invitándola con la mirada.

El negó mi ofrecimiento y lo lamenté. Extrañamente deseaba conocer sobre él y qué era lo que lo hacía sufrir. Pero entedía que no quisiera compartir eso con una simple extraña.
-Pena…-susurré mientras sentía como su brazo me acercaba aún más a él. Sus ojos me decían algo que yo no era capaz de entender. –Hueles bien.-Comenté y me acerqué a oler su cuello. Sentí como se tensaba ante mi atrevimiento.
De repente me sentí un poco mareada y reí patéticamente. “Buuu… El alcohol.” recordé y me reí un poco más. Cada vez hacía más calor. ¿O era solo mi imaginación?
-Me agrada tu olor.- le dije mientras con mi dedo acariciaba sus labios. “Parecen suaves…” pensé y lamenté estar usando mis guantes, pero sería extraño sacármelos para hacer solamente eso.-En estos momentos no sé a qué me hace recordar… Aunque si hay mucho olor a tabaco en ti.-sonreí pícaramente.- ¿Por qué fumas?- le pregunté y acaricié su labio inferior con mi dedo.-Dicen que a los hombres les gusta esto… -susurré más para mí misma que para él.-¿Te gusta?-le pregunté y me acerqué más, deseando ver más de cerca sus ojos. Tuve que apoyar una de mis piernas en su regazo para que mis ojos quedaran al nivel de los de él. ¿Qué me decían?

Las caricias lo estaban tentando demasiado. La chica estaba claramente demasiado borracha como para estar haciendo esto a consciencia. Suspiró mentalmente; era una lástima.

La mantuvo donde estaba y la dejó hacer, manteniendo su sonrisa ladina. -Me alegro que te agrade... Sería aún más placentero si fuese tu piel la que la recorriese y no la un infortuniado animalejo...- se burló un poco debido que caricias como esas lo hubieran descontrolado de no ser por el frío áspero de los guantes.

-Sabes lo que es una verdadera pena?- Le preguntó, rozando sus labios con los suyos para luego alejarse hacia su oído- Que estés tan ebria- le susurró y luego mordió el borde de su oreja.

Los ojos de la chica empezaban a cerrarse y finalmente se durmió con el rostro en la curvatura de su hombro, riéndose entre sueños de borracha.

El pelirrojo dejó dinero por los dos y se llevó a la chica a cuestas al cuarto del hotel donde se estaba hospedando.

Cuando hubo llegado, le quitó la ropa para que no se le arrugase toda al dormir y le puso su propia camisa negra, que le quedaba casi por las rodillas. Su piel era blanca como la nieve misma y el contraste con el negro era inspirador... Pero no le haría eso a una jovencita dormida del alcohol. Durmió en el sillón del cuarto hasta que despuntaron los primeros rayos del sol.

Continúa en el Hotel de Odalya en "Encerrada con un zorro" xDD